Quince años después de que la pregunta se instalara (y de que los chistes, como el de abajo, que exageran la oposición entre uno y otro proliferaran) podemos responder que no. De hecho, lo que los especialistas auguran es, por lo menos durante un buen tiempo, una amistosa convivencia. Y esto porque cada formato aporta lo suyo.
El libro impreso nos da un placer al que nos hemos acostumbrado: su peso, su aroma, la posibilidad de recorrer sus páginas con los dedos... además de que lo podemos llevar a todos lados. Los libros digitales ofrecen otras ventajas: gran capacidad de almacenamiento (se pueden llevar muchos libros en un dispositivo, algo genial para viajes tanto cortos como largos), la posibilidad de configurar el tamaño de la letra (ideal para quienes tienen problemas de visión) y un precio final más barato.
Así que hoy es normal leer en los dos soportes. Incluso hay personas que se compran la misma obra en versión digital e impresa: por ejemplo, la primera para leer en viajes y la segunda para atesorar. Y además la industria ha inventado aplicaciones que permiten que lo electrónico y lo impreso se potencien: de esta manera, pasando un dispositivo por sobre un libro, se nos puede abrir un video, una canción, una animación.
Tal vez la pregunta no sea tanto en qué formato se lee hoy en día, sino cómo se lee. Este parece ser un cambio más trascendente, más revolucionario que el del soporte: la lectura actual que tiende al fragmento, a la descontextualización, y a relacionar leer y escribir como práctica mezclada, lectura y producción propia, del tipo que sea (transcribir, retocar, postear, extractar para sí...).
En Boletines nº 180 (boletines@librosenred.com)
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