domingo, septiembre 20, 2015

Poema: Garcilaso de la Vega

Egloga II (fragmento):
Salicio

¡Cuán bienaventurado
aquél puede llamarse
que con la dulce soledad s’abraza,
y vive descuidado
y lejos d’empacharse
en lo que al alma impide y embaraza!
No ve la llena plaza
ni la soberbia puerta
de los grandes señores,
ni los aduladores
a quien la hambre del favor despierta;
no le será forzoso
rogar, fingir, temer y estar quejoso.
A la sombra holgando
de un alto pino o robre
o de alguna robusta y verde encina,
el ganado contando
de su manada pobre
que en la verde selva se avecina,
plata cendrada y fina
y oro luciente y puro
bajo y vil le parece,
y tanto lo aborrece
que aún no piensa que dello está seguro,
y como está en su seso
rehúye la cerviz del grave peso.
Convida a un dulce sueño
aquel manso ruido
del agua que la clara fuente envía,
y las aves sin dueño,
con canto no aprendido,
hinchen el aire de dulce armonía.
Háceles compañía,
a la sombra volando
y entre varios olores
gustando tiernas flores,
la solícita abeja susurrando;
los árboles, el viento
al sueño ayudan con su movimiento (...)
Garcilaso de la Vega

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