miércoles, julio 28, 2021

De Wang Wei a Monet, veinte paisajes para pasear la mirada (XI)

En él se muestra una vista de Madrid desde la ermita de San Isidro, el día de la romería.
Goya aprovecha para mostrar una vista de Madrid al otro lado del Manzanares, en uno de los pocos motivos de paisaje salidos de la mano del artista. En él se aprecian en la lejanía la gran cúpula de la San Francisco el Grande y la mole del entonces nuevo Palacio Real. En primer término un grupo muy dinámico de figuras de conversan animadamente y tras ellos, y a la orilla, en el plano intermedio, se ve la algarabía de la muchedumbre más y más diminuta perdiéndose a la izquierda en la orilla del río.
Este boceto para un cartón pertenece a una serie para la decoración del Palacio de El Pardo cuyos temas iban a ser los ambientes campestres y las diversiones al aire libre.
El cuadro presenta en muy pequeñas dimensiones una gran sensación de espacio, pues en él aparece una gran masa de gente, que corresponde a la algarabía del día festivo. Este carácter se ve acentuado por la gama de tonos blancos, rosados, verdes y azules, salpicado aquí y allá por alguna pincelada roja para dar variedad en los vestidos de algunas de las pequeñas figuras. En este cuadro utiliza Goya una imprimación de gama fría. Todo ello hacía que la obra de su primera época adoptara tonos muy calientes, tostados. Aquí el resultado es que predominan los oros venecianos, perlas, grises y rosados. Sin embar
go la zona intermedia está resuelta en tonos oscuros, lo que centra la mirada en profundidad dejando a los personajes del primer plano como un marco.
La pradera de San Isidro (1788). Óleo sobre lienzo sin forrar. Museo Nacional del Prado, Madrid, España

Toda la topografía es realista, los efectos necesarios para que el arte embellezca la naturaleza, como dictaban las poéticas del Neoclasicismo. Asimismo, organiza a su gusto la iluminación, dejando estas cuatro figuras en sombra, para que el contraste de tonos sea mayor.
En cuanto a la composición, el cuadro carece de una clara unidad. Parece optar por la dispersión de los puntos de atención, y en esto Goya sí que está obviando las normas preceptivas de las unidades neoaristotélicas. Solo se acota la posible huida de la atención a los márgenes del cuadro mediante la posición de las figuras del primer plano puesto que las figuras de los extremos encierran formando a modo de paréntesis a las más centrales.

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