El artista holandés Rembrandt van Rijn ha pasado a la historia del arte como uno de los grandes pintores del Barroco holandés y europeo. Tal vez sus telas más afamadas sean sus escenas con personajes mitológicos como Artemisa o sus cuadros que nos presentan episodios de la sociedad de su tiempo, como La lección de anatomía.
Sin embargo, tal era la maestría de Rembrandt que también fue un consumado paisajista, y no fueron pocas las obras en las que únicamente pinta un paisaje sin personaje alguno. Una de estas telas es este Paisaje tempestuoso de 1638.
Sus cuadros de paisaje por regla general nos presentan ambientes otoñales y también de invierno. Algo muy adecuado al propio carácter personal de Rembrandt, que de alguna forma vuelca su personalidad, un tanto triste, en este tipo de paisajes un tanto tristes, principalmente inspirados en las zonas de los alrededores de Amsterdam, ciudad en la que residía.
En realidad, en una obra como ésta de Paisaje tempestuoso, nos está contando una especie de drama, pero aquí no aparecen como en otros de sus cuadros héroes mitológicos ni personajes reales. Los héroes en esta escena son las formas. Y las condiciones de ese drama es capaz de crearlas con las variaciones de pocos colores, prácticamente un único color en múltiples variaciones y tonos. Y sólo con eso es capaz de enfriar o calentar ciertos puntos de la escena, no a base de la intensidad de la luz, sino con las diferentes pastosidades de la mancha de color. Evidentemente estos efectos son muy difíciles de apreciar en una reproducción digital como la que acompaña estas líneas, pero cuando se observa con detenimiento el cuadro en la realidad, se comprende su maestría con la aplicación de manchas de color.
No hay comentarios:
Publicar un comentario