Para los antiguos egipcios, el ser humano estaba compuesto por cinco elementos:
- Ib, simbolizado por el corazón, como órgano que originaba los sentimientos, la sede del pensamiento, memoria, inteligencia, conciencia, imaginación, valor, fuerza vital, el deseo, etc.
- Ka, es la "fuerza vital", un componente del espíritu humano, una pizca del principio universal e inmortal de la vida.
- Ba, la fuerza animada de cada ser fallecido, personalidad espiritual manifestada una vez acaecida la muerte.
- Aj, era una fuerza espiritual de carácter sobrenatural. El Aj pertenecía al cielo en dualidad con el cuerpo humano, que pertenecía a la tierra.
- Ren, es el nombre que una persona recibía al nacer pero que cambiaba a medida que esa persona iba evolucionando, recibiendo así nuevos títulos. Era un nombre único para cada persona que permitía que el hombre perdurara; se creía que éste no moría del todo mientras su Ren fuese pronunciado, es decir, mientras el nombre del difunto no fuera olvidado por completo.
- Sheut, Shuit o Jaibit: literalmente la sombra de un ser humano, o de los seres animados, incluso la de los dioses, necher.
Sheut |
De todos ellos, el ba y el ka eran los componentes espirituales; el ka existía desde el principio, mientras que el ba se originaba cuando nacía cada individuo, por lo tanto, al concepto del alma humana. Los elementos materiales, propiamente dicho, eran el cuerpo (denominado dyet por los egipcios, o Jat, chat o khat, si se hace referencia a un cuerpo momificado, y el sheut o la sombra, es decir, los que podían ser percibidos por los sentidos.
Cuando una persona fallecía el ka y el ba abandonaban su cuerpo. Los ritos funerarios permitían que ambos elementos se reunieran en la eternidad, de manera que el alma del difunto no desapareciera para siempre.
La sombre era idéntica al cuerpo, aunque más rápida. Este elemento era representado por una figura humana totalmente negra. Aunque no iba al más allá, podía acompañar al ba cuando éste abandonaba la tumba.
Papiro: ba y sheut (sombra) |
Una de las amenazas con los que se asustaba a los niños pequeños era la del ladrón de sombras, un desconocido que recorría los poblados y podía robarles la suya. Si no iban con cuidad, el malvado ladrón los dejaría incompletos y su espíritu moriría para siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario