En el arca había una disciplina estricta; eso es lo primero que hay que dejar claro. No era como esas arcas de madera pintada con las que tal vez hayáis jugado de niños: todas las parejas felices mirando alegremente por encima de la barandilla desde la comodidad de sus bien fregadas celdillas. No os imaginéis un crucero por el Mediterráneo en el que jugáramos lánguidamente a la ruleta y todo el mundo se vistiera para la cena; en el arca solo los pingüinos llevaban frac.
Recordad: era una travesía larga y peligrosa. Recordad también que teníamos a todo el reino animal a bordo: ¿habríais puesto a un leopardo a la distancia de un salto de un antílope? Ciertas medidas de seguridad eran inevitables y aceptamos cerraduras de doble clavija, inspecciones de las celdillas y un toque de queda nocturno. […]
Probablemente habréis comprendido que el «arca» no era un solo barco. Fue el nombre que le pusimos a toda la flotilla (difícilmente se habría podido meter a todo el reino animal en algo que solo tenía trescientos codos de largo).
¿Que llovió cuarenta días y cuarenta noches? Bueno, naturalmente que no, eso no habría sido más que un verano inglés normal. No, llovió durante más o menos año y medio, según mis cálculos. ¿Y que las aguas cubrieron la Tierra durante ciento cincuenta días? Engorden esa cifra hasta unos cuatro años. Y así, todo. Vuestra especie siempre ha sido una calamidad para las fechas. […]
Ya antes de que subieran las aguas había habido motivos de inquietud. Sé que vuestra especie tiende a despreciar nuestro mundo, por considerarlo brutal, caníbal y falso (aunque bien podríais reconocer que esto nos acerca a vosotros en lugar de alejarnos). Pero entre nosotros siempre hubo, desde el principio, un sentimiento de igualdad. Oh, ciertamente nos comíamos los unos a los otros; las especies más débiles sabían demasiado bien lo que podían esperar si se cruzaban en el camino de algo que fuera más grande y estuviera hambriento. Pero simplemente reconocíamos que así eran las cosas. El hecho de que un animal pudiera matar a otro no hacía al primero superior al segundo; únicamente le hacía más peligroso. Puede que este sea un concepto que os cueste comprender, pero había un respeto mutuo entre nosotros. […]
Veréis, hay una cosa que quiero dejar bien clara. Esta historia del arca. Probablemente aún pensáis que Noé reunió a los animales porque no quería que se extinguieran, que no podía soportar no volver a ver una jirafa nunca más, que lo hacía por nosotros. Pues no era el caso. Quería tener algo que comer cuando el diluvio acabase. Cinco años y medio bajo el agua y la mayoría de las huertas habían desaparecido, os lo aseguro; solo el arroz prosperaba. Así que la mayoría de nosotros sabía que a los ojos de Noé no éramos más que futuras cenas sobre dos, cuatro o las patas que fueran. Si no ahora, luego; si no nosotros, nuestros descendientes. No es una sensación muy agradable, como podéis imaginaros.
Julian Barnes
Una historia del mundo en diez capítulos y medio
(A History of the World in 10½ Chapters, 1989)
Anagrama (Adaptación)
Julian Barnes, (Leicester, 19 de enero de 1946), es un novelista británico, Premio Booker 2011.
Tras completar su educación en la Escuela Ciudad de Londres y el Colegio Magdalen, de Oxford, trabajó como lexicógrafo para el Diccionario Inglés de Oxford. Posteriormente, fue editor literario y crítico cinematográfico, al tiempo que escritor.
Sus novelas e historias cortas han sido vistas como ejemplos del posmodernismo literario. El primer libro, Metrolandia, lo publicó en 1980; a este le siguió dos años después Antes de conocernos, pero fue solo con su tercera novela El loro de Flaubert, que se consolidó como escritor. Con ella fue en 1984 finalista del Premio Booker por primera vez, éxito que repitió en 1998 con Inglaterra, Inglaterra y en 2005 con Arthur & George; ganó por fin el galardón en 2011 por El sentido de un final.
Ha recibido también otras distinciones, tanto británicas como de otros países, entre las que destacan como el E.M. Forster de la American Academy of Arts and Letters, el William Shakespeare de la Fundación FvS de Hamburgo, el Prix Femina y la orden francesa Caballero de las Artes y de las Letras.
Barnes es asimismo autor de varias novelas policiacas que ha publicado con el pseudónimo de Dan Kavanagh. El apellido es el de su esposa y agente literaria, Pat Kavanagh, que falleció en 2008 de un tumor cerebral. En los años 1980 ella abandonó por un tiempo a Barnes y mantuvo una relación amorosa con la escritora Jeanette Winterson, quien habría usado esa relación como base de su novela La pasión, publicada en 1987. Barnes se refirió al dolor que le causó y le sigue causando la muerte de su esposa en un texto que forma parte de sus memorias.
Agnóstico —su libro Nada que temer comienza con la frase "No creo en Dios, pero le extraño"—, sufre en general de tanatofobia: piensa diariamente en la muerte, a veces insomne en la noche, presa de pánico; sueña con que es enterrado, que es condenado a ser ejecutado o se imagina bajo el agua en las fauces de un cococrilo.
Comprometido con los derechos humanos, es patrocinador de las organizaciones Freedom and Torture, que ayuda a las víctimas de la tortura, y Dignity in Dying.
Su hermano es el filósofo e historiador del mundo de las ideas antiguo Jonathan Barnes. Hace un retrato indirecto de éste en Nada que temer.
Vive en Londres dedicado por completo a la escritura.
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