miércoles, julio 01, 2015

Relato: El Diluvio universal

La historia bíblica del arca de Noé (narrado en el Genésis), solo es el mito que se ha hecho más famoso de otros muchos en los que un dios furioso destruye y purifica el mundo con agua o con fuego. Los paralelismos entre la historia de Noé y los primeros mitos mesopotámicos recogidos en la Épica o Epopeya de Gilgamesh son impresionantes. Figura de Gilgamesh representando al héroe dominando a un león. Bajo relieve en la fachada del palacio de Sargon II en Khorsabad (Dur Sharrukin), 713-706, antes de Cristo. Excavado por Paul-Émile Botta, 1843–1844. Museo del Louvre.

En muchas mitologías, al principio el mundo sólo era océano; por lo tanto, el acto divino de inundarlo supone su regreso al estado original, lo que permite un nuevo comienzo. En la mitología de los chewong de Malasia, el creador Tohan, pone el mundo cabeza abajo de vez en cuando: ahoga a todo el mundo menos a los que ha avisado y luego crea un nuevo mundo bajo el agua.
Los mitos sobre el diluvio se encuentran en todo el mundo incluso en el África subsahariana y en Europa (aunque son más escasos). El mito hindú de Manu y el diluvio es el más famoso de las diversas versiones.

En la mitología hindú el dios Vishnu adopta la forma de un pez, Matsya, para salvar al mortal Manu (el primer ser humano) del diluvio.
Algunos mitos indígenas sobre el diluvio se han mezclado tanto con el relato bíblico que es dificil separar las influencias. 
En el oeste de Australia, por ejemplo, la historia de Noé se ha apoderado del paisaje local: a partir de mitos propios sobre el diluvio, los aborígenes creen que el arca de Noé atracó al sur del río Fiztroy y que sus restos sigue allí.
En Perú, el creador inca Viracocha, descontento con sus primeros humanos, una raza de gigantes, los destruyó con un diluvio que los convirtió en piedra. Los incas creían que las antiguas estatuas de Tiahuanaco (un lugar sagrado de la actual Bolivia) era la prueba de esa primera raza. El mundo posterior fue repoblado por dos personas: Manco Cápac y Mama Ocllo.
Monolito Ponce (Tiahuananco)
El concepto del diluvio como castigo se repite en la historia clásica de la Atlántida. "La Atlántida desapareció en la profundidad del mar". Platón, Timaeus.
En la mitología de la antigua Grecia, Zeus envía un diluvio para castigar la arrogancia de los primeros humanos. El titán Prometeo avisa a Deucalión, su hijo, del desastre inminente, y éste construye un arca en el refugia junto a su esposa Pirra. Durante nueve días y noches son sacudidos por las aguas, hasta que llegan al monte Parnaso [en donde estaba el oráculo de Temis (Apolo aún no había nacido)]. Cuando la lluvia cesó, Deucalión le ofrece un sacrificio a Zeus, que a cambio le concede un deseo, y Deucalión pide que aparezcan más personas. Siguiendo las instrucciones de Zeus, Deucalión y Pirra lanzan varias piedras hacia atrás; las que lanza Deucalión se convierten en hombres, y las que lanza Pirra en mujeres. Es importante destacar que el diluvio fue ocasionado por el viento Austro (del sur): "sólo se dio salida al Austro, el cual se precipitó a la Tierra cargado de lluvia".
Juan Bautista Martínez del Mazo: Deucalión y Pirra después del
diluvio
(Siglo XVII). Óleo sobre lienzo Museo del Prado, Madrid
La repoblación de la Tierra tras el diluvio suele requerir medios muy ingeniosos, sobre todo cuando, como en los mitos eslavos y mesopotámicos, solo sobrevive una persona, un hombre.
Una de las historias de los huichol, un grupo indígena del centro de México, trata sobre un diluvio del que solo un hombre y su fiel perra logran escapar. Al espiarla, el hombre descubre que ella puede transformarse en una mujer. El hombre lanza su piel de perra al fuego, y ésta llora hasta que él la baña en nixtamal (granos de maíz mezclados con una solución alcalina), y se transforma en una mujer de verdad. Se casan y se convierten en los antepasados de la humanidad.
Ojo de Dios, arte Huichol
En la nación africana de Chad, la tribu moussaye en su mitología cuenta la historia de que una vez una familia vivía en un lugar remoto, y que cierto día, la madre quiso preparar una comida opípara para su familia; así que tomó el mortero con su majador para moler el grano y hacerlo harina. (En aquel tiempo el cielo estaba mucho más cerca que ahora. En efecto, si se alargaba la mano, podía tocarse.) Majó el grano con todas sus fuerzas; sí, machacó el mijo y lo hizo pronto harina. Pero al moler, la mujer se descuidó y alzó el majador tan alto que hizo un agujero en el cielo. En el acto empezó a caer a la tierra mucha agua. No era una lluvia normal. Llovió durante siete días y siete noches hasta que toda la tierra quedó anegada. Conforme caía la lluvia, el cielo se iba levantando, hasta que llegó a la altura inalcanzable que ahora tiene. Desde entonces perdimos el privilegio de tocar el cielo con la mano.

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