Agustina de Aragón imaginada por el pintor Augusto Ferrer-Dalmau en 2012. |
Durante el asedio de las tropas napoleónicas a la ciudad de Zaragoza, Agustina llevó a cabo la acción que la hizo célebre. Tras haber caído heridos o muertos todos los defensores de la puerta llamada del Portillo, las tropas francesas se apresuraron a tomarla al asalto. Agustina, que llevaba la comida a su marido, tomando la mecha de manos de un artillero herido consiguió disparar un cañón sobre las tropas francesas que corrían sobre la entrada. Dice la leyenda que los asaltantes franceses, temiendo una emboscada, se batieron en retirada, y nuevos defensores acudieron a tapar el boquete, defendiéndose la ciudad una vez más. Agustina no cesó en su empeño de defender su ciudad de los franceses y participó activamente en la defensa.
Había nacido el mito de Agustina de Aragón o La Artillera, nombre que se le dio a partir de entonces a la mujer, que, en un momento en que eran tan necesarios los ejemplos de heroísmo, pasó a ocupar un lugar destacado en las páginas de los libros de historia de España.
Nuevamente la leyenda cuenta que, enterado el general Palafox de tal hazaña, mandó llamar a la joven y allí mismo, sobre el campo de batalla, la felicitó y concedió el distintivo de subteniente con el uso de los escudos de distinción con el lema de cada uno de ellos: "Defensora de Zaragoza" y "Recompensa del valor y patriotismo". La realidad es algo más sobria: Palafox efectivamente admitió a Agustina dentro del cuerpo de artilleros, pero como artillero raso. Probablemente el nombramiento tenía tanto de práctico como de honorífico: la pertenencia al cuerpo de artilleros proporcionaba a Agustina el derecho a comer del rancho de los soldados, lo que no era desdeñable en una ciudad sitiada. Posteriormente, sin embargo, Agustina conseguiría sucesivamente los galones de Sargento y de Subteniente.
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