María, José, el niño Jesús escondido bajo el manto y el burro que huye a Egipto aparecen bien en primer plano, pero perdidos entre multitud de personajes que realizan su quehacer diario, unos matando al cerdo, otros cargados con enormes toneles o pesados pacas, algunos patinando en el río helado, teniendo una pelea de bolas de nieve o calentándose junto al fuego. ¡Multitudes! Y sin embargo, fruto de una admirable composición donde el más mínimo detalle, el más pequeño pájaro ocupan un lugar capital, todo resulta armonioso, evidente y sencillo. Es una lección magistral de pintura.
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