Filosofía andante
David Cerdá
Ediciones MonóculoMadrid2023
210 págs.
“Tómatelo con filosofía”. Cualquiera de nosotros ha recibido este mensaje de la boca de un amigo, un maestro o, quizás, un compañero de trabajo. Sin embargo, ¿cómo seguir tan acertado consejo en una sociedad que desde hace décadas ha soslayado el disfrute del saber? ¿Podemos acaso corregir nuestra escasa formación al respecto preguntando a esas personas cercanas? No hay fórmulas mágicas, desde luego. Pero Filosofía andante, la nueva obra de David Cerdá, se aproxima a este objetivo.
Un buen libro debe poder reconocerse por la portada. La elección de la editorial –amarillo claro con tipografía en negro y una breve sinopsis como elemento central– no podía ser más acertada. Desde el primer contacto visual, el libro se muestra sencillo. Más importante aún, también lo es su estructura. Nueve ensayos sobre temas diversos: desde el ateísmo hasta las bondades del caminar o el interés por la felicidad. Nueve rutas en apariencia dispares –y no exentas de recodos en forma de divagaciones– que, de la mano de Cerdá, terminan por conformar una excursión placentera. De esas que acabas con la impresión de conocer mejor a tu acompañante. Los buenos escritores tienen algo de exhibicionistas. Se agradece.
La deferencia al lector es un deber de cortesía. Especialmente cuando propones un libro de filosofía sin negociar su profundidad. Por esta razón, el autor no adorna su erudición. Nos plantea una larga conversación en la que el listado de autores comparte protagonismo con ejemplos de la vida cotidiana. También propicia el silencio. No hay conversación profunda que no lo haga. Filosofía andante no es un libro de lectura apresurada. Porque habrá partes que no entendamos, temas que se nos escapen y otros a los que debamos volver. Se trata de un libro con una propuesta filosófica, pero práctico, pues hace que el lector se plantee el sentido de la existencia. Sus páginas sugieren ideas, quizás propósitos, que es preciso anotar para volver a traer a nuestra memoria. Como las fotos que llenan los viejos álbumes familiares.
No es fácil seleccionar un capítulo. Quizás el primero –“La vida ambulante”– por su función de pórtico a toda la obra. Allí encontramos esta afirmación: “Caminar no es un deporte: cuenta mucho el paisaje, el terreno que se pisa y el cielo que nos cubre; cuenta la conversación si es posible, y el diálogo interior, en cualquier caso”. Lo mismo puede decirse de la lectura. Merece la pena detenerse en este ensayo y disfrutar de su conversación.
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