miércoles, enero 02, 2019

Antigua Grecia: Un sabio provocador (LIV)

Diógenes de Sinope, uno de los filósofos más importantes de la escuela cínica, afirmaba que el sabio debía librarse de sus deseos y necesidades. Por ello, caminaba siempre descalzo, sólo poseía la túnica que llevaba puesta y dormía en un tonel o en los pórticos de los templos.
Diógenes (1882), de John William Waterhouse
Alejandro Magno decidió visitar a Diógenes y lo encontró tumbado al sol, absorto en sus pensamientos. El poderoso conquistador le preguntó si deseaba algo que él pudiera concederle. Diógenes alzó la vista y le contestó: "Si, que te apartes y no me tapes el sol". Los miembros de la comitiva comenzaron a burlarse del filósofo, pero éste los ignoró. Las risas de los cortesanos cuando el rey afirmó: "Si no fuera Alejandro, quisiera ser Diógenes". 
En otra ocasión el filósofo vio a un niño que bebía agua con las manos y, apesadumbrado, reconoció que el muchacho le había hecho ver que aún poseía muchas cosas de las que podía prescindir. Inmediatamente cogió la escudilla que utilizaba para beber y la tiró.
Diogenes buscando hombres honestos, (ca. 1780), obra atribuida a J. H. W. Tischbein 
Su colega Zenon de Elea, contrario a las teorías de los cínicos, defendía que el movimiento era imposible. Diógenes acudió a una de sus lecciones y, mitad de una de ellas, se levantó de su asiento y se puso a caminar y afirmó: "El movimiento se demuestra andando".
Diógenes sentía un gran desprecio por la humanidad, hasta tal punto que un día recorrió las calles de Atenas con una linterna mientras anunciaba: "Busco a aun hombre".

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