El filósofo escéptico Pirrón era indiferente a todo lo que sucedía a su alrededor. Si la persona con la que discutía se marchaba y lo dejaba sólo, Pirrón seguía hablando y haciendo preguntas.
Pirrón en un mar embravecido |
Un día, mientras paseaba con su maestro Anaxarco, éste cayó a una zanja llena de barro. Pirrón siguió conversando sin perder la calma mientras Anaxarco le pedía ayuda. Más tarde, Anaxarco, cubierto de barro de pies a cabeza, alcanzó a su discípulo y lo felicitó por haber alcanzado tal desapego de la realidad material. Sin embargo, es posible que Pirrón sólo fuera una persona distraída.
Cuando salía de su casa, no prestaba atención a nada y sus alumnos debían estar siempre preparados para evitar que tuviera un accidente. A pesar de todo, Pirrón vivió sano y salvo has los noventa años.
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