La fundación de Roma como fuerza política y geográfica se inició cuando el joven Eneas, príncipe de Troya, abandonó la ciudad y emprendió un largo viaje. Tras muchas aventuras llego a Italia, en la que tomó el mando de la zona del Lacio, junto al río Tiber, donde fundaría una ciudad e inició el largo linaje de reyes y emperadores romanos. Toda su vida estuvo influenciada por las luchas de Venus, su madre, y la diosa Juno.
Era hijo del príncipe Anquises -descendiente de la raza de Dárdano-, y de la diosa Afrodita (Venus en la mitología romana); su padre era además primo del rey Príamo de Troya. Eneas nació en el monte Ida. Su madre lo confió a las ninfas y al centauro Quirón, quienes lo criaron en la escuela del centauro en el monte y después lo devolvieron a su padre cuando tenía cinco años. Anquises llevó a su hijo a la ciudad, a casa de su cuñado Alcátoo, para que lo educase.
Se casó con Creúsa, una de las hijas de Príamo, con la cual tuvo un hijo, llamado Ascanio o Iulo.
Causada por el rapto de Helena, mujer de extraordinaria belleza y esposa de Menelao, rey de Esparta, la Guerra de Troya puso en escena a ilustres héroes troyanos, como Héctor, y griegos, como Áyax el Grande, Aquiles y el célebre Odiseo (Ulises), hijo de Laertes y rey de Ítaca.
Eneas se convirtió en el más valeroso de los héroes troyanos, después de Héctor. En los combates que tuvieron lugar durante la Guerra de Troya, se vio auxiliado y favorecido en varias ocasiones por algunos dioses, según cuenta la narración de Homero: fue herido por Diomedes pero su madre Afrodita lo salvó. En la acción posterior la propia Afrodita fue herida por Diomedes. Apolo envolvió a Eneas en una nube y lo transportó a Pérgamo, donde fue curado por Artemisa y por Leto. Posteriormente Eneas estuvo a punto de ser nuevamente herido por Aquiles y fue nuevamente salvado por un dios, Poseidón.
En dos poemas perdidos del Ciclo Troyano, se ofrecían versiones diferentes acerca del destino de Eneas tras la caída de Troya: en la Pequeña Ilíada, Eneas fue parte del botín de Neoptólemo, el hijo de Aquiles y, tras la muerte de éste en Delfos, Eneas recobraba su libertad; sin embargo, en la Iliupersis, Eneas lograba escapar. Este último poema debió de constituir una de las fuentes principales de la tradición latina acerca de la fundación de Roma.
Eneas abandona Troya
Existían dos profecías sobre Eneas que él conocía: que fundaría una ciudad y que destruiría la ciudad de Cartago, ciudad del norte de África
En la tradición romana, las aventuras y sucesos posteriores a la guerra de Troya son narrados, entre otros, por el poeta romano Virgilio, en su Eneida, que era poeta oficial de Augusto.
Eneas llevando a Anquises, enócoe de figuras negras, hacia 520-510 a. C. Cerámica, Museo del Louvre, París, Francia |
Cuando Troya cayó en poder de los aqueos gracias a la célebre astucia de Odiseo, Afrodita dijo a su hijo que huyera de la ciudad, que no muriera como un buen troyano, pues Troya ya no existía y para él se había reservado otro futuro. Eneas huyó con su padre Anquises, su esposa Creúsa (a la que tuvo que abandonar por orden de los dioses o, según otra tradición, porque se perdió) y su hijo Iulo (también llamado Ascanio). Decidió irse llevándose con él a un grupo de seguidores. Entre los compañeros troyanos que huyeron con él, destacaban Acates, Sergeste, Acmón, el corneta Miseno y el médico Iapix. Se llevó también los Lares, los Penates así como, según algunas tradiciones, el Paladio.
Federico Barocci: Eneas saliendo de Troya, 1598. Óleo sobre lienzo. Galleria Borghese, Roma, Italia |
Eneas se dirigió con su grupo de troyanos en veinte naves a Macedonia. Posteriormente, cruzo el Egeo y las Islas Jónicas, llegó a Sicilia, hogar de los Cíclopes, una raza de gigantes de un solo ojo. Los marineros pudieron escapar con vida. Viajaron al sur, pero Juno los hizo naufragar en la costa del norte de África, porque intentaba proteger a la ciudad de Cartago.
Giovanni Battista Tiepolo: Venus abandona a Eneas en las orillas de Libia, 1757. Fresco. Valmarana, Vicenza, Italia. |
Tras todas estas vicisitudes, llegó, con solamente siete naves, a Cartago, donde la reina Dido se enamoró de él. Pero por orden de Júpiter abandonó Cartago, y por ello la reina se suicidó. Más tarde, cuando Eneas descendió al Averno, trató de hablar con Dido, pero su fantasma se negó a perdonarlo. Las imprecaciones que formula Dido durante la partida de Eneas son reminiscencia de la llegada de Aníbal y de las guerras Púnicas. (Ver entradas Dido y Eneas I y II, en este mismo blog, de 15 de noviembre de 2015)
Grupo escultórico de Eneas, con su padre y su hijo. Mármol. Mérida |
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Enócoe: En Grecia Antigua, un enócoe, oinochoe o oenochoe es una jarra de vino que sirve para sacar el vino de una crátera —donde ha sido aguado— antes de servirlo.
Lares: Los Lares eran deidades romanas hijos de Lara (o Larunda), una de las náyades, y el dios Mercurio (algunas fuentes mencionan a Júpiter), cuyo origen se encuentra en los cultos etruscos a los dioses familiares.
Paladio: El Paladio o Paladión (del griego: Palládion), en la mitología grecorromana, era una estatua arcaica de madera que representaba a Atenea y se conservaba en Troya desde los tiempos de su fundación. Se decía que la estatua medía tres codos de altura, tenía los pies juntos, una lanza en la mano derecha y una rueca con un huso en la izquierda.
Penates: Eran, en la mitología romana, originalmente genios protectores del almacén del hogar. Posteriormente, se convierten en dioses de los hogares brindando protección a toda la casa (penates familiares o menores), existiendo también los protectores del estado (penates públicos o mayores). Estaban emparentados con los Lares, Genios y Larvae.
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