Historia de amor
Para brillar con idéntica luz los amantes se encierran,
porque no saben si el mundo ha terminado
su destino de lluvias y de niños,
o si el mundo es un No opuesto a la integridad
de sus deseos,
o si el mundo no existe y entonces conviene
apartarse de la nada.
No son el hombre y la muchacha nocturna
que buscan sótanos húmedos y oscuros para entrar y salir
furiosamente. La fruta caída entre los desperdicios
es tan sólo el memento de un estío pasado,
y de una tierra fabulosa
como las entrañas de un toro.
Pero el amor hace que los amantes sean vicarios
de potencias altísimas,
que los mueve a la ira y a romper la pepita de los gameros
ávidos de unidad,
a pisarlos después con asco
porque abren la senda a los números infinitos.
Los amantes necesitan encerrarse,
y cada uno de ellos, que se aman tanto,
cuando se encuentran solos en una ola o en un palacio
-penetrado de silencio- donde ninguna mano
puede violar la intimidad fastuosa,
comienzan a descubrir el tórax, su cintura,
la risa, la cabellera criada entre delicias
y se lamentan.
Sí, pide la historia del amor
el llanto. La risa cumo un grito retorna
a la garganta
y el gracioso la escucha sobrecogido
y ríe, sigue riendo ante su noche.
Qué ver sino los labios unidos. Luces idénticas
que poco a poco dejan de ser lo totalmente otro,
y en el cabello, en la cintura, sienten
que allá infinito
arroyo bajo el valle
nada lo asible puro de la amada.
¿Adónde has visto luego que fueran los amantes?
¿Se apartan y mientras uno habla
el otro llora?
O se dedican a la muerte
en ese día en que pensaron: Las mariposas vuelan para nosotros.
¿Quieren burlarse del insigne fracaso?
Es por eso reconfortante saber que todavía se muere la juventud,
no llegados aquí, a la precisa madrugada,
preparada, en que el hastío los deja cínicos
o rompe el vuelo de su pensamiento.
Felices los necios y los sabios,
los engañados totalmente
que mueren en la fe primitiva
y los que arengan con la conciencia de un gran fraude,
mirando más, mirando más.
Jorge Medina Vidal
Nació en Montevideo el 4 de marzo de 1925 y falleció en esa misma ciudad el 17 de junio de 2008, fue un poeta, ensayista, semiólogo, crítico literario y docente universitario uruguayo. Licenciado en Letras en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República. Fue profesor de Enseñanza Secundaria, del Instituto de Profesores Artigas, y titular de las cátedras de Teoría Literaria y Semiótica de la Facultad de Humanidades y Ciencias y de la Facultad de Arquitectura. Colaboró con las revistas Marginalia, Clinamen, Altamira, Aquí poesía, Cuadernos de Mercedes y en el diario El País. Entre su obra poética destacamos: Cinco sitios de poesía (1951), Para el tiempo que vivo (1955), Las Puertas (1962), Por modo extraño (1963), Las Terrazas (1964), Harpya destructor (1969), Situación anómala (1977), Poemas, poemenos (1981), Transparences (en colaboración con Monique Ruffié de Saint-Blancat) (1987), Poemas. Obra Completa (1996). También fue crítico y ensayista.
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