domingo, julio 28, 2024

Rosario de Velasco, pintora figurativa española (II)

(cont.)
Retorno al orden
La pintura de Rosario de Velasco es un claro ejemplo del “retorno al orden” que se produce en Europa tras la Primera Guerra Mundial y que se singulariza por la vuelta a la figuración y el afán de romper con las primeras vanguardias. Los artistas pensaban que quizás habían ido demasiado lejos; se produce un desencanto y una recuperación del equilibrio paralela a movimientos como la Nueva Objetividad alemana y el Novecento italiano.
La figuración de Rosario de Velasco fue una combinación acertada de tradición y modernidad. En su pintura estaba presente la concepción espacial del Quattrocento, y admiraba a pintores como Giotto, Masaccio, Piero della Francesca, Mantegna, Durero, Velázquez y Goya; pero también se dejó seducir por artistas más vanguardistas, como De Chirico, Braque o Picasso. De este último dijo: “Todos debemos algo a Picasso; él ha sido el puentecito por donde hemos pasado a lo nuevo”.
Cosas (1933)
La muestra abarca una treintena de óleos pintados desde los años 1920 a los 1940 del siglo XX. Son cuadros de gran formato que explican la seguridad en sí misma que la artista confería a sus creaciones, y cómo supo conquistar su sitio en una época en que las mujeres lo tenían más difícil.
Iniciamos el recorrido expositivo con su autorretrato, el retrato de su padre y el de su hermano Luis, reputado tisiólogo. En este último, la artista concibe el espacio a vista de pájaro. Destaca una ventana lateral con vistas al exterior y al fondo una puerta muy velazqueña. Como comenta Estrella de Diego, “Rosario de Velasco tiene algo de Mantegna en su juego perspectivo complejo y difícil”. Una complejidad espacial que también hallamos en la obra de Norah Borges, de Maruja Mallo y de Ángeles Santos. Finalmente, observamos la personalidad del Dr. De Velasco, con su bata blanca, rodeado de los instrumentos de trabajo, y encontramos en él un paralelismo con la Nueva Objetividad y el rol sobresaliente que adquieren los objetos.
Fue tal la importancia de los objetos en este movimiento que, en algunos casos, la materialidad de estos domina todo el lienzo, como podemos ver en Cosas. Es un cuadro pintado en 1933 que mantiene la vista de pájaro y donde el cuadrado inicial es trasmutado en un rombo a base de diferentes planos, muy al estilo cubista.
En El cuarto de los niños (1932-33), la artista es más atrevida, va más allá de sus límites, y los objetos cobran tal fuerza que parecen tener la capacidad de cosificar al niño y convertirlo en máquina o en un pequeño muñeco de madera. Esta tendencia también está presente en Niñas con muñeca (1937), donde se repite ese mismo patrón, pero en la modalidad de retrato.
El paso del tiempo siempre plantea nuevos retos. Rosario deja atrás los principios de la Nueva Objetividad y vuelve la mirada a Italia, tras un viaje a este país. Es el momento referencial del clasicismo del Renacimiento, y más concretamente, del Quattrocento. Un movimiento artístico presente en Maternidad, donde conjuga con acierto el carácter intimista inspirado en Giovanni Bellini y un acentuado claroscuro que destaca la plasticidad de las figuras. Otro buen ejemplo de clasicismo lo tenemos en Lavanderas (1934), un lienzo que evoca La primavera de Boticelli por el movimiento rítmico de la escena. Esta es entendida como una danza en la que cada lavandera tiene su papel –una lava, otra escurre y otra tiende–. El blanco de la ropa es un elemento de unión que cohesiona toda la obra. Por último, destacamos el agua traslúcida que llega a los tobillos, a la manera de Verrocchio en el Bautismo de Cristo.
Lavanderas (1934)
Una temática recurrente en la producción artística de Rosario fueron los motivos bíblicos. En La matanza de los inocentes (1936) destaca por encima de todo el carácter emocional del drama, donde el expresionismo se muestra en su versión álgida. El espacio desaparece y el lienzo es poblado por la gestualidad angustiosa de unas madres protectoras que no quieren perder a sus hijos y lloran enloquecidas por el drama que presienten.
Pero esta tendencia expresionista también pasó, y durante los años 50 y 60 aparecen las máscaras con toda la parafernalia que conllevan. En la muestra se expone Carnaval, un cuadro que se anticipa a este periodo, donde los tres personajes se agrupan en torno a una potente diagonal barroca llena de movimiento que ocupa todo el espacio.
La matanza de los inocentes (1936)
En este recorrido no podían faltar sus trabajos como ilustradora. Una obra gráfica verdaderamente entrañable, llena de belleza y quiebros muy personales, con un dominio del dibujo y una versatilidad de registros, que en ocasiones se acercan a la estética simbolista o al gusto curvilíneo que impuso el modernismo. Entre las ilustraciones destacamos las realizadas para los Cuentos para soñar, escritos por su amiga María Teresa León, o las de los Cuentos para mis nietos, de Carmen Karr.
Rosario de Velasco murió en Sitges el 2 de marzo de 1991, sin saber que aquella niña que de pequeña contemplaba fascinada a sus Lavanderas se empeñaría en rescatar del anonimato a su querida tía abuela.
Dos ilustraciones del libro Cuentos para soñar

No hay comentarios: