Los antiguos egipcios eran unos grandes consumidores de ajos, pues conocían sus propiedades benéficas. Según Herodoto que visitó Egipto y dejó escritos sus recuerdos del viaje, una inscripción de la esfinge de Gizeh hacía referencia al número de ajos suministrados cada día a los esclavos que trabajaban en la pirámides.
De esta manera recuperaban las fuerzas (vigorizador) y estaban a salvo de numerosas enfermedades.
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