El orador Polieucto de Efesia, famoso por su gordura, pronunció una arenga en pleno verano para convencer a los atenienses de que declararan la guerra a Filipo II de Macedonia. Exhausto y sudoroso, concluyó su discurso y se bebió todo el contenido de una gran jarra de agua.
Foción, miembro del partido que defendía la paz, tomó la palabra: "Haréis bien, atenienses, en iniciar una guerra por consejo de éste. Aunque ¿qué ocurrirá cuando tenga que cargar con la coraza y el escudo para luchar, si el simple esfuerzo de un discurso lo ahoga?".
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