Atenas y Megara se disputaron la posesión de la isla de Salamina durante años. Los atenienses, desanimados por los fracasos y la duración de la guerra, prohibieron continuar la contienda.
El estratega Solón se sintió ofendido por esta ignominia y se negó a acatar la orden. Fingió haber perdido la razón y procuró que la noticia se extendiera por la ciudad.
Buste de Solon, colección Farnèse, Museo Nacional Arqueológico de Napoles |
Un día se presentó en la plaza con un gorro en la cabeza, algo que solo hacían los enfermos. Cuando reunió un gran corro de curiosos, comenzó a cantar un largo poema elegíaco titulado Salamina, sobre la afrenta que suponía el abandono de la isla.
El decreto no prohibía la poesía, así que Solón pudo entusiasmar al pueblo, que le dio el mando de las tropas. Poco después, Atenas expulsaba de la isla a los megarenses.
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