Los artesanos que construían las tumbas regias eran instalados junto con sus familias, en un valle estrecho y que podía ser vigilado con facilidad desde los alrededores, . El poblado estaba rodeado por muros y las puertas eran custodiadas por soldados nubios. Los artesanos sólo podía abandonar el poblado para dirigirse a las obras, y en el trayecto eran escoltados por los soldados.
Los obreros trabajaban durante unos diez días seguidos, en los que pernoctaban en chozas, y sólo volvían a sus casas para las jornadas de descanso y festividades. De esta manera se intentaba evitar que pudieran huir y contar a alguien la situación de los enterramientos y sus secretos, una información muy codiciada por los saqueadores.
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