La idea de que la pobreza tiene causas sociales solo surgió con la Ilustración, recuerda el historiador Laurence Fontaine, autora de Vivre pauvre. Aún así, hoy persiste el desprecio por los más precarios. Y los mecanismos de supervivencia también.
En el siglo XVIII, por los caminos del reino de Francia, en las ciudades y en el campo, una pequeña población de vagabundos, aguadores, jornaleros, pañeros, albañiles, lavanderas, cordeleros, lavanderas o sirvientes intentaban sobrevivir como fuera. Trabajaban o estaban desempleados y, a veces, eran itinerantes.
Consustancial al trabajo mal pagado y a las diversas crisis, la pobreza roía el reino. Hasta el punto de desafiar a las élites: para ayudar al Estado a encontrar soluciones, la Academia de Ciencias, Artes y Bellas Letras de Châlons-sur-Marne incluso lanzó un concurso en 1777...
En su último ensayo, el brillante Vivre pauvre, la historiadora Laurence Fontaine, directora de investigación en l’École des hautes études en sciences sociales (EHESS), repasa este episodio, restablece los caminos de los desposeídos de la época y disecciona las razones y manifestaciones de la pobreza endémica. Parece que muchos aspectos del siglo XVIII, como la economía paralela, las desigualdades, el microcrédito o la desocialización, siguen siendo relevantes cuatro siglos después.
Vivre pauvre. Quelques enseignements tirés de l’Europe des Lumières (2022), de Laurence Fontaine, éd. Gallimard, 512 págs.
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