Paul Cézanne y Achille Emperaire se conocerán en la escuela primaria de Aix-en Provence. Entre ambos surgió una intensa amistad que se continuó en el tiempo. Gracias a esa amistad tenemos este espléndido retrato.
Achille era paralítico y también se dedicó a la pintura, compartiendo con Cézanne la ausencia de éxito y el deseo de explorar nuevos caminos artísticos. El modelo aparece sentado en un sillón blanco con un estampado de flores -el mismo empleado en el retrato del padre del artista- de frente al espectador, girando su cabeza hacia la derecha. Sus delgadas piernas se apoyan en una caja y las manos deformes se dejan caer sobre los brazos del sillón. Sin embargo, no estamos ante un retrato caricaturesco, antes lo contrario, ya que gracias a la pose y la inteligencia de la mirada la figura de Achille se dignifica, captando la personalidad del pintor, relacionándose con los retratos de bufones pintados por Velázquez.
Incluso para aumentar la dignidad del modelo se coloca en la parte superior el nombre y su profesión en letras de molde, recordando el retrato de Napoleón como emperador pintado por Ingres en 1806. Las tonalidades oscuras dominan el conjunto, creando acentuados contrastes con el tapizado del sillón o la carnación del modelo. El óleo ha sido aplicado con intensidad, empleando la espátula y el pincel, dotando así de mayor fuerza a la imagen. Este retrato será muy admirado por los simbolistas, utilizándolo el propio Gauguin como modelo. También servirá de ejemplo a Matisse. Cézanne presentó este trabajo al Salón de París de 1870, junto con una figura femenina desnuda que no se ha conservado. Ambas obras fueron rechazadas, aludiendo a ellas en una caricatura publicada en el satírico "Album Stock".
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