viernes, octubre 01, 2021

De Van der Weyden a Giacometti, veinte retratos que cambiaron el rostro de la pintura (VII)

Retrato de hombre (Girolamo (?) Barbarigo) (h. 1510), de Tiziano (Tiziano Vecellio di Gregorio). Tradicionalmente creído retrato de Ariosto, el modelo, que parece girarse para mirar fijamente al observador con gesto desdeñoso y seguro de sí mismo, fue usado por Rembrandt, que pudo conocer el lienzo cuando se encontraba en Ámsterdam, la colección del morisco Alfonso López, como pauta de sus autorretratos (National Gallery de Londres).
Sobre un fondo oscuro, uniforme, un hombre es retratado de cintura para arriba con un brazo apoyado en un parapeto sobre el cual se aprecian incisas las letras "V.V.". Su busto está de perfil, vuelto a la derecha y la cabeza girada tres cuartos observando al espectador en una pose desenfadada, algo desdeñosa y cautivadora. Su vestimenta es rica y elegante con la gran manga de raso acolchada, una auténtica obra maestra cromática, que domina la composición. Significativo es también el virtuosismo en la composición y en los reflejos del material (brillante sobre el raso y opaco sobre la piel de su manto negro), así como la representación explícita e intensamente psicológica del retrato. El hombre tiene la barba larga, pelo negro y melena. Una nariz recta y afilada, ojos expresivos y la boca cerrada que transmite una sensación de digna compostura. La inspiración de la obra es posiblemente la retratística de Giorgione, aunque aquí Tiziano se ha distanciado evitando la dulzura modulada de su colega creando una figura de viva y palpitante humanidad

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