Damas oscuras
Traducción de Alicia Frieyro, Olalla García, Sara Lekanda, Magdalena Palmer y Consuelo Rubio Alcover.
Impedimenta
Madrid
2017
490 págs.
Cuando
leemos un libro como Damas oscuras, lo que sucede con nuestra
imaginación es de lo más curioso. Tenemos, por un lado, la certeza de
que ha sido una experiencia placentera, de la que no salimos defraudados
en ningún tramo de la lectura. Y por otro, acabamos con la impresión de
haber asistido, hipnotizados y crédulos, al desvelamiento de un mundo
fantasmal, tan evidente como sumergido en la tiniebla. En
esta ocasión, quienes nos invitan a ese festín macabro son algunas de
las mejores escritoras victorianas: Charlotte Brontë, Elizabeth Gaskell,
Charlotte Riddell, Rosa Mulholland, Margaret Oliphant, Vernon Lee, la
americana Willa Cather... ¿Dónde se ha visto una reunión semejante?
Entre todas ellas, y gracias al poderoso efecto que causa esta
antología, nos adentramos en un territorio sobrenatural que llegará a
ser adictivo para los amantes del clásico cuento de fantasmas.
De esta colección se hablará, sin duda, porque está por encima, en su
presentación y desarrollo, de antologías anglosajonas como aquella que
planteó Mike Ashley en The Darker Sex: Tales of the Supernatural and
Macabre by Victorian Women Writers (Peter Owen Publishers, 2009). En
otras palabras, la editorial Impedimenta ha superado el objetivo de
editar una miscelánea más "victoriana" ‒y más hermosa‒ que las
publicadas por los sellos ingleses.
Impecablemente traducidos ‒todas las traductoras son asimismo
mujeres‒, estos cuentos reflejan a la perfección las razones por las
cuales el subgénero fantasmal prosperó tanto durante el reinado de
Victoria. Fue allá por 1887 cuando Mary Louise Molesworth publicó The
Story of the Rippling Train, y gracias a ese texto, los ingleses se
dejaron seducir por el fantasma de una hermosa mujer. Una visitante del
Más Allá que nos recuerda a Katie King, aquel espectro femenino que se
manifestó entre 1871 y 1874, en las sesiones de la médium londinense
Florence Cook, y que fascinó a un científico tan sensible a estos
asuntos como Sir William Crookes.
En realidad, obviando la ingenuidad de los clientes de Florence y de
otros tantos vendehumos y espiritistas, lo cierto es que la moda de los
ectoplasmas, tanto en la literatura como en otros medios, tiene que ver
con el afán comercial de los periódicos. El cuento de fantasmas era una
fórmula segura para atraer a los lectores, y esa fue la primera razón
por la que autoras como las reunidas en Damas oscuras publicasen sus
obras en periódicos y revistas.
Esta corriente fantasmal, alimentada por escritores como Charles Dickens, Wilkie Collins, la gran Elizabeth Gaskell o MR James, tuvo asimismo una explicación ‒digámoslo así‒ antropológica. Para entenderlo mejor, retrocedamos en el tiempo. Nos encontramos en un momento histórico en el que la comunicación "incorpórea" ya es posible gracias a avances como el telégrafo, y en la que va concretándose esa exploración del inconsciente que culminará en Freud y Jung.
Por otro lado, es lógico pensar que las escritoras tuvieran el afán de mostrar su rebeldía, o sus aspiraciones, frente a esa sociedad tan represiva. Para lograrlo, podían sortear las convenciones recurriendo a metáforas nocturnas, misteriosas y tétricas, ya establecidas en la novela gótica.
Imaginemos ahora la típica casona victoriana. Quienes la habitan, probablemente procedan de zonas rurales donde los cuentos de duendes, aparecidos y demonios son moneda corriente. El edificio es oscuro, y la servidumbre procura no hacerse notar, aunque el ruido monótono de su presencia aviva la fantasía. Sumemos a todo ello las alucinaciones provocadas por el monóxido de carbono de las lámparas de gas, y encontraremos el contexto perfecto para una aparición de ultratumba.
Sugerente, ¿no es cierto? Pues no duden a la hora de elegir su próxima lectura, porque Damas oscuras nos propone un viaje literario a ese periodo fascinante y tenebroso, en el que los difuntos más obstinados ‒o vengativos‒ seguían formando parte de la vida cotidiana.
Veinte cuentos de fantasmas escritos por algunas de las maestras victorianas del relato escalofriante. Un regalo perfecto para Navidad y para leer al amor de la lumbre.
¿Qué hace que las historias victorianas de fantasmas sean tan perfectas para leer al calor de una chimenea en una noche oscura? Historias de mansiones abandonadas, de viajes en coches de caballos por páramos desolados, de castillos en acantilados, de bellas mujeres sepulcrales, de oscuras historias familiares en las que los antepasados no acaban de irse del todo… Un género en el que algunas eminentes damas novelistas, especialistas en lo escalofriante, marcaron tendencia. Las veintiuna historias incluidas en este volumen abarcan el reinado de la reina Victoria y cuentan con aportaciones de autoras clásicas como Charlotte Brontë, Elizabeth Gaskell, Margaret Oliphant o Willa Cather, junto con otras no tan conocidas pero no por ello menos especialistas en lo tenebroso y lo sobrenatural. Ambientados en las montañas de Irlanda, en una villa mediterránea o en una tétrica mansión de Londres, estos relatos evidencian la fascinación victoriana por la muerte y por lo que había más allá, con atmósferas sugerentes, ingenio y mucho, mucho humor.
Esta corriente fantasmal, alimentada por escritores como Charles Dickens, Wilkie Collins, la gran Elizabeth Gaskell o MR James, tuvo asimismo una explicación ‒digámoslo así‒ antropológica. Para entenderlo mejor, retrocedamos en el tiempo. Nos encontramos en un momento histórico en el que la comunicación "incorpórea" ya es posible gracias a avances como el telégrafo, y en la que va concretándose esa exploración del inconsciente que culminará en Freud y Jung.
Por otro lado, es lógico pensar que las escritoras tuvieran el afán de mostrar su rebeldía, o sus aspiraciones, frente a esa sociedad tan represiva. Para lograrlo, podían sortear las convenciones recurriendo a metáforas nocturnas, misteriosas y tétricas, ya establecidas en la novela gótica.
Imaginemos ahora la típica casona victoriana. Quienes la habitan, probablemente procedan de zonas rurales donde los cuentos de duendes, aparecidos y demonios son moneda corriente. El edificio es oscuro, y la servidumbre procura no hacerse notar, aunque el ruido monótono de su presencia aviva la fantasía. Sumemos a todo ello las alucinaciones provocadas por el monóxido de carbono de las lámparas de gas, y encontraremos el contexto perfecto para una aparición de ultratumba.
Sugerente, ¿no es cierto? Pues no duden a la hora de elegir su próxima lectura, porque Damas oscuras nos propone un viaje literario a ese periodo fascinante y tenebroso, en el que los difuntos más obstinados ‒o vengativos‒ seguían formando parte de la vida cotidiana.
Veinte cuentos de fantasmas escritos por algunas de las maestras victorianas del relato escalofriante. Un regalo perfecto para Navidad y para leer al amor de la lumbre.
¿Qué hace que las historias victorianas de fantasmas sean tan perfectas para leer al calor de una chimenea en una noche oscura? Historias de mansiones abandonadas, de viajes en coches de caballos por páramos desolados, de castillos en acantilados, de bellas mujeres sepulcrales, de oscuras historias familiares en las que los antepasados no acaban de irse del todo… Un género en el que algunas eminentes damas novelistas, especialistas en lo escalofriante, marcaron tendencia. Las veintiuna historias incluidas en este volumen abarcan el reinado de la reina Victoria y cuentan con aportaciones de autoras clásicas como Charlotte Brontë, Elizabeth Gaskell, Margaret Oliphant o Willa Cather, junto con otras no tan conocidas pero no por ello menos especialistas en lo tenebroso y lo sobrenatural. Ambientados en las montañas de Irlanda, en una villa mediterránea o en una tétrica mansión de Londres, estos relatos evidencian la fascinación victoriana por la muerte y por lo que había más allá, con atmósferas sugerentes, ingenio y mucho, mucho humor.
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