El sueño de Tutmosis IV se narra en una estela esculpida entre las patas de la esfinge de Gizeh mil años después de que fuera construida.
Una noche mientras dormía apaciblemente, la esfinge se le apareció en sueños y le suplicó que la salvara del terrible suplicio de quedar enterrada bajo la arena. En aquella época, las arenas del desierto habían alcanzado la altura de su cuello.
Una vez desenterrada, el faraón ordenó que se construyera un ancho muro a su alrededor para protegerla. Como recompensa por haberla salvado, Tutmosis recibió el trono de Egipto.
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