Después del rito de “la apertura de la boca”, que se realizaba el día del funeral a la entrada de la tumba, que servía para despertar los sentidos del cadáver (oído, olfato, vista, tacto, gusto). Una vez el difunto era despertado era preciso atenderlo y cubrir sus necesidades, alimentarlo, cuidarlo, llevándole periódicamente ofrendas para alimentar su Ka, que se depositaban en una especie de estela funeraria o falsa puerta, que era por donde el Ka accedía libremente y podía pasar del mundo de los muertos al de los vivos y viceversa.
A veces se reemplazaba esta puerta por una escultura del fallecido con un pie avanzado en señal de tránsito de un mundo a otro. Esta escultura servía para depositar las ofrendas y además guardaba un fiel parecido con el difunto, así si el cuerpo sufría cualquier percance el Ka podría descansar en la figura, que tenía piezas de repuesto como la cabeza.
Los difuntos recibían ofrendas de provisiones frescas y bebidas para que pudieran alimentarse durante su largo camino hacia el reino de los muertos.
Los sacerdotes que mantenía el culto y protegían el recinto funerario siempre referían que los muertos habían recogido las ofrendas, y aseguraban además que preferían la cerveza recién hecha.
Para que los difuntos tuvieran siempre ofrendas y alimentos durante toda la eternidad y por si los ritos funerarios no podían ser atendidos, se empezaron a decorar las tumbas y a realizarse diferentes maquetas: con mesas llenas de ofrendas donde el fallecido estaba sentado a la mesa, campos listos para la recolección, escenas de caza y pesca, representaciones domésticas con sus familiares, criados, etc., ya que se creía que todo lo representado adquiría vida y que el difunto podría alimentarse y disfrutar de todo ello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario