lunes, mayo 24, 2021

De Cimabue a Rothko, una veintena de cuadros tocados por la gracia (IX)

Michelangelo Merisi da Caravaggio (Milán, 29 de septiembre de 1571-Porto Ércole, 18 de julio de 1610), conocido como Caravaggio, fue un pintor italiano, activo en Roma, Nápoles, Malta y Sicilia entre 1593 y 1610. Su pintura combina una observación realista de la figura humana, tanto en lo físico como en lo emocional, con un uso dramático de la luz, lo cual ejerció una influencia decisiva en la formación de la pintura del Barroco.
Es óleo sobre lienzo, de carácter intencionadamente antiheroico y anti-áulico. La pintura representa el martirio de San Pedro por medio de la crucifixión, si bien Pedro pidió que su cruz fuera puesta al revés para no imitar a su maestro, Cristo. El gran lienzo muestra a tres esbirros romanos, figuras tenebrosas, con el rostro oculto o apartado, luchando por erigir la cruz del anciano pero musculoso san Pedro. Pedro es más pesado de lo que su cuerpo con muchos años sugeriría, y la elevación de su cruz requiere los esfuerzos de tres hombres, como si el crimen que perpetran ya les pesara. Su gesto, según Roberto Longhi es más propio de trabajadores que están ocupados haciendo su trabajo, que de verdugos. Tiran, levantan y hacen palanca contra la cruz, en posiciones feas y banales, como queda en evidencia en el trasero amarillo y los pies sucios del esbirro que queda en la parte izquierda del primer plano. Esta crucifixión no es sangrienta, pero no está ausente el dolor. Es un zigzag de diagonales, que pronostican el inevitable martirio. Es una escena sombría que se desarrolla en un campo pedregoso. En el cuadro, la luz baña a la cruz y al santo, ambos símbolo de la fundación y de la construcción de la iglesia, a través del martirio de su fundador.

La crucifixión de San Pedro. Óleo sobre lienzo, Cappella Cerasi, Santa Maria del Popolo, Roma
San Francisco de Asís en éxtasis. Óleo sobre lienzo. Wadsworth Atheneum, Hartford, Connecticut, Estados Unidos de América
En la obra precedente pueden apreciarse en el tratamiento del paisaje y en el delicado equilibrio entre color y dibujo, algo que por ejemplo los venecianos habían inclinado en favor del colorido pleno. El cuadro está compuesto con audacia que proviene de los atrevimientos manieristas: el cuerpo tendido del santo dibuja una pronunciada diagonal que divide la superficie pictórica en dos mitades desiguales: en la superior sólo puede apreciarse la oscuridad de la floresta; toda la acción y la luz se concentran en la mitad inferior. Caravaggio emplea el claroscuro tenebrista, aunque de una manera muy dulce, extendida con suavidad sobre los dos cuerpos y no con la violencia de contrastes que podemos encontrar en otras de sus obras. El artista plasma simultáneamente dos episodios de la vida de San Francisco, lo cual no es demasiado ortodoxo para la doctrina cristiana: San Francisco está tendido tras haber recibido los estigmas de Cristo y al mismo tiempo está en éxtasis, lo que se supone posterior. De este modo, el pintor consigue aunar la causa y el efecto de la crisis de amor divino que ha sufrido el personaje, cariñosamente acunado por un ángel de hermosura juvenil y tremendo realismo.

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