sábado, mayo 15, 2021

De Cimabue a Rothko, una veintena de cuadros tocados por la gracia (II)

Rogier van der Weyden, también conocido como Rogier de la Pasture,​ (Tournai, hacia 1399/1400-Bruselas, 18 de junio de 1464) fue un pintor primitivo flamenco. Formado en el taller de Robert Campin, en 1435 fue nombrado pintor de la ciudad de Bruselas. Aunque gozó de considerable prestigio en vida y fue uno de los más influyentes artistas de su tiempo, no se conocen pinturas firmadas ni existe documentación precisa sobre contratos o recibos de pago que permitan asignarle con entera certeza ninguna obra. Las atribuciones se han hecho tomando como punto de partida tres tablas (Tríptico de Miraflores, Descendimiento del Museo del Prado y Calvario del Monasterio de El Escorial) relacionadas de antiguo con Van der Weyden y de las que se puede seguir el rastro hasta los siglos XV o XVI.
No hay comunidad sin arte, sin asociar a un objeto un alto grado de superioridad, elevación, una "eminencia de valor", que es para el antropólogo David Le Breton la definición del sentimiento de lo sagrado. Por eso los paleontólogos imaginan las pinturas rupestres como testimonios de una religiosidad primitiva más que como las primeras pinturas históricas. Pero el arte, incluso el arte cristiano, no siempre fue religioso. Originalmente, asociada con el paganismo, la imagen estaba confinada a un papel subordinado de ilustración. No fue hasta el siglo VI que adquirió su condición de mediadora sagrada. La Iglesia la alentó, la controló; y durante mucho tiempo en Europa, hasta la Edad Media central, el arte religioso fue el único. Su declive comienza con el Renacimiento. Desaparece con el siglo XIX. Pero, ¿lo sagrado ha renunciado al arte? Los eruditos chinos lo llaman la energía de la respiración. Sin él, la pintura está muerta. Con él, otorga un poco más de vida a la vida y suscita lo que el psicoanalista Paul Diel pedía a la religiosidad: el asombro frente al misterio.

El descendimiento, de Rogier Van der Weyden. Óleo sobre tabla. Museo Nacional del Prado

San Lucas dibujando a la Virgen también conocida como la Virgen de san LucasPintada hacia 1440, la composición muestra claras influencias de la Virgen del canciller Rolin de Jan van Eyck de quien, según escribía en 1456 Bartolomeo Facio, habría sido discípulo Van der Weyden, aunque ningún documento lo confirme. En este cuadro se ve al evangelista Lucas con la Virgen María junto con el Niño Jesús. En la Leyenda Áurea de Jacobo de la Vorágine narra que la Virgen se apareció varias veces a san Lucas, el cual pintó un retrato. En esta leyenda se encuentra uno de los orígenes o la justificación de la representación de la imagen en la tradición en el Cristianismo. La composición de la imagen se basa en gran medida de la Virgen del Canciller Rolin por Jan van Eyck, cuadro prácticamente coetáneo, pues es de 1435: las dos figuras en primer plano y, detrás, una galería en la que se ven dos figuras que asomadas miran el río que transcurre hasta el horizonte; y a un lado se ve una ciudad típicamente gótica. La Virgen María está a la izquierda, dando el pecho al Niño. Un lujoso dosel de brocado dorado la cubre por encima. Al otro lado se encuentra San Lucas, vestido de rojo intenso. Lleva en la mano una punta de plata, que era un instrumento de dibujo propio del siglo XV y ello evidencia que está trazando un boceto. En el extremo de la derecha se entreve un buey, símbolo de san Lucas, así como un libro abierto. En cuanto a las figuras que aparecen en segundo plano, han sido identificadas como los padres de la Virgen: Joaquín y Ana.

San Lucas dibujando a la Virgen, Roger Van der Weyden Óleo sobre tabla. Museum of Fine Arts, Boston, Estados Unidos 

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