El cabeza de familia (pater familias) podía repudiar a su mujer si la sorprendía en flagrante adulterio, y hacerla ejecutar tras un juicio ante un tribunal familiar.
El padre conservaba siempre el derecho sobre la vida de sus hijos, por lo que la absolución por el tribunal público no impedía que él los pudiera condenar. El cónsul Bruto, liberador de Roma, promovió la ejecución de sus hijos que habían conspirado contra la República.
Jacques Louis David: Los lictores llevan a Bruto el cuerpo de sus hijos, 1789. Óleo sobre lienzo, Museo del Louvre, París |
El cónsul presenció el castigo: sus hijos murieron a palos y sus cadáveres fueron descuartizados a hachazos.
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