Epicuro se basó en esta teoría para desarrollar la suya propia, conocida como epicureísmo, que proponía el placer como el bien supremo. En la corte de Dionisio, tirano de Siracusa, Aristipo disfrutó de todos los lujos a su alcance porque no dudaba en lisonjear al tirano y a los nobles. Una noche, Diogenes estaba cenando un humilde plato de lentejas y vio pasar a Aristipo, al que le recriminó que tuviera que someterse al tirano paraa poder comer los manjares que este le ofrecía. Aristipo se detuvo y, sin dudar, le espetó: "Si tú hibieras aprendido a adular a los grandes, no tendrías que vomer lentejas".
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