Los niños espartanos era retirados de sus familias a los siete años de edad y llevados a los cuarteles de entrenamiento, donde se dedicaban a realizar trabajos físicos para fortalecer el cuerpo y soportar los sufrimientos. Un tutor les enseñaba a soportar el frío y el hambre, vestían ropas ásperas y comían un potaje repugnante. Esta dieta dio lugar a la creencia tradicional de que un ejército era más fuerte cuanto más repugnante era su comida, cosa que los romanos no dudaron en poner en práctica más tarde.
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