su espigado cuello
mueve; no piensa
¿para qué?
Ha de morir
bajo la acerada hoja
en la mano del verdugo.
Se va soñando hacia allí,
en la esposa, en los hijos,
que sin él van a vivir.
Triste, como árbol deshojado
va inerme, desarmado.
Atraviesa la explanada,
ya se deja, va a morir.
Rudas manos lo agarran
y dejan al descubierto
el cuello que van a herir.
Pálida, su bronceada cara,
un suspiro deja oír,
es triste hechizante
como los cantos de abril.
Un hombre que va a morir.
Un hombre que muere más.
La luna argentea su rostro
y acaricia su frente,
parece mecer la cuna
del hombre que va a dormir
un sueño eterno y feliz.
Anonymus, Condenado,1971
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