2022
200 págs.
El poeta Vicente Huidobro definió a Teresa Wilms Montt como «la mujer más grande que ha producido la América. Perfecta de cara, perfecta de cuerpo, perfecta de elegancia, perfecta de educación, perfecta de inteligencia, perfecta de fuerza espiritual, perfecta de gracia». Desafortunadamente, como ha sucedido con tantas otras «mujeres perfectas» a lo largo de la historia, su leyenda —marcada por la tragedia— ha sepultado una obra portentosa y de una sensibilidad admirable que da testimonio de la lucha de una mujer independiente, adelantada a su tiempo y ansiosa por encontrar su lugar en el mundo.
En estos Diarios íntimos, que reúnen pensamientos, confesiones, testimonios, poemas, relatos o cartas escritos en un estilo insólito para su época, la escritora chilena Teresa Wilms Montt reflexiona largamente sobre el amor y la pasión, la familia, la literatura, Dios, la locura o la soledad, y desnuda el alma de una mujer que, a la pregunta de la escritora Sara Hübner sobre quién hubiera querido ser, respondió: «Lo que soy. De cualquier otro modo me habría aburrido más».
Niña de alcurnia, Teresa Wilms Montt nació en Viña del Mar en 1893. Lectora prematura, trilingüe, a los diecisiete años contrajo matrimonio sin el consentimiento de sus padres con Gustavo Balmaceda Valdés, quien la acusó de adulterio, por lo que fue apartada de sus hijas y recluida en el convento de la Preciosa Sangre en Santiago, donde escribió una parte sustancial de estos diarios. Tras un intento de suicidio en 1916, logró escapar a Buenos Aires con el poeta Vicente Huidobro y posteriormente recaló en Nueva York, para después viajar a Barcelona, París y Madrid, lugares donde participó de la vida bohemia. Publicó cinco libros en un período de tres años —Inquietudes sentimentales (1917), Los tres cantos (1917), En la quietud del mármol (1918), Anuarí (1918) y Cuentos para los hombres que son todavía niños (1919)— y obtuvo el reconocimiento de los círculos intelectuales bonaerenses y españoles. En Europa tuvo relación con artistas como André Breton, Paul Éluard, Max Ernst, Ramón Gómez de la Serna, Azorín, Jacinto Benavente, Julio Romero de Torres —quien la retrató—, Enrique Gómez Carrillo o Ramón del Valle-Inclán. Adicta a los somníferos, encontró la muerte en un frasquito de Veronal en París, a la edad de veintiocho años. La editorial Nascimento publicó póstumamente una antología de su obra: Lo que no se ha dicho (1922).
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