miércoles, febrero 23, 2022

Libros: Hermanito

Hermanito

Amets Arzallus Antía, Ibrahima Balde
Traducción de Ander Izagirre Olaizola
Blackie Books
Barcelona 
2021
134 págs.
Dentro de las historias de inmigrantes que, pagando un precio inimaginable, llegan a Europa, es excepcional Hermanito, un libro en el que Amets Arzallus Antía pone voz a la narración del guineano Ibrahima Balde. Como se cuenta en una nota inicial, ambos se conocieron en Irún, en octubre de 2018, cuando Ibrahima tenía 24 años y unas dolorosas experiencias detrás.
En la primera parte Ibrahima cuenta el motivo de sus peripecias: cuando su hermano, de 14 años, se marchó de casa, y supo que estaba en un campo de refugiados en Sabratha, Libia, decidió ir en su busca. La segunda parte trata de sus penosos viajes primero a Argelia y luego a Libia, y de su infructuosa búsqueda de su hermano. En la tercera, después de dejar Libia y volver a Argelia, explica cómo acabó embarcándose en una zódiac atestada para cruzar a Europa.
El narrador expone los hechos con sencillez y añade, al paso, reflexiones y observaciones para que su oyente comprenda ciertas cosas, en especial cómo el afecto que siente hacia su familia, y la responsabilidad de haber prometido a su padre cuidar de su hermano, le mueve hacia delante. Es asombroso que no haya tonos de resentimiento en su relato, en el que no faltan personajes malvados y muchos que se desentienden. Resultan admirables su religiosidad de fondo, su bondad y el comportamiento amistoso de algunas personas que fueron para él como luces en el camino.
En el epílogo, Amets Arzallus habla de la impresión que le causó la historia y la voz tan singular de Ibrahima –“tenía una lógica, una sintaxis, una poética particular. Una intuición para medir la longitud de los silencios, el poso de una tradición oral”–, y del trabajo que se propuso para convertirla en un relato fiel: “Diez meses para fabricar un euskera a la medida de la oralidad de Ibrahima, quebrando a ratos mi idioma, trastocando el equilibrio de las palabras, para que tú escuches su voz, para que tú sientas su mirada, sin convertirme yo en una aduana moral. En ese intento ético y estético me he empeñado”.

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