A los 8 años de edad Heirich Schliemann (1822-1890) le prometió a su padre que descubriría las ruinas de Troya, destruida por un incendio. Trabajó duro en diversos oficios y, antes de cumplir los cuarenta, reunió una gran fortuna. Tras separarse de su esposa, comenzó a dedicarse a la arqueología, su gran pasión desde entonces. Años después, pidió a un intermediario que le buscara a una nueva esposa en Atenas, con la condición de que fuera griega y capaz de contestar sus preguntas sobre las obras de Homero. La joven elegida, Sofía Engastromenos, tenía 16 años y estaba dispuesta a acompañar a su rico esposo en busca de Troya.
Retrato de Heinrich Schliemann |
"Ven ahora mismo. Es vital. No hables con nadie". Una mañana de 1873, Sofía recibió este misterioso mensaje de su esposo. Schliemann acababa de descubrir la primera pieza de metal y, tras enseñársela, le pidió que dijera a los trabajadores que tenían el día libre porque era su cumpleaños. Cuando éstos se marcharon, Heinrich y Sofía desenterraron una caja de cobre que contenía el tesoro de Príamo.
Fotografía de Sophia Schliemann luciendo algunas joyas del Tesoro de Príamo (1873) |
El matrimonio excavó tanto que no sólo encontraron Troya, sino también una ciudad de la Edad del Bronce, El arqueólogo entusiasmado telegrafió al rey de Grecia el siguiente mensaje: "Majestad he hallado a sus antepasados"
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