Los griegos utilizaban la siringa, o flauta de Pan, para silbar durante las representaciones teatrales como muestra de impaciencia o o descontento. El general Demóstenes y el poeta Esquilo, dos de los mejores oradores de Atenas, estaban enfrentados por asuntos políticos y solían mantener frecuentes discusiones.
Cierto día, Esquilo fue sólo al teatro para ensayar su discurso antes de subir a la tribuna de los oradores. Demóstenes lo oyó por casualidad y decidió aprovecharse de que su rival estaba desprevenido: comenzó a silbar con la ayuda de una siringa y a abuchear a su rival, que, sorprendido, no pudo más que balbucear.
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