El general griego Argesilao, infiltrado en el ejército del rey Jerjes de Persia, fue descubierto. Jerjes ordenó que fuera torturado hasta que confesara, pero Argesilao se adelantó, puso una mano en el fuego hasta que estuvo quemada y, sin hacer ni un gesto de dolor, le dijo al rey que ningún griego lo ayudaría a conquistar su país. Para demostrar lo dicho, metió su otra mano en el fuego. Jerjes, asombrado, lo liberó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario