A finales del siglo XIX, varios arqueólogos encontraron cincuenta y seis momias ocultas en distintos escondrijos por los sacerdotes para que no fueran descubiertas por los saqueadores de tumbas.
En 1898 fueron trasladadas a el Cairo pero, al llegar a la aduna, surgió un problema administrativo. Como cualquier mercancía, su paso por la aduna debía satisfacer las tasas pero, al no poder clasificarlas, los funcionarios hicieron constar en el formulario que se trataba de pescado seco.
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