El cirujano Ambroise Paré denunció en 1582 la venta de polvo de momia como medicinal. El producto se puso de moda en Europa y llegaba por toneladas desde Egipto. Los vendedores afirmaban que, mezclado con la orina de una mujer virgen, tenía propiedades casi maravillosas y era capaz de sanar cualquier afección en los ojos o en los oídos. Las denuncias de Paré se basaban en la información proporcionaba por Gui de la Fontaine, médico célebre del rey de Navarra, que había conocido a un traficante de momias judío.
El traficante compraba los cadáveres de esclavos o que no había sido reclamados, extraía el cerebro y las entrañas y hacía profundas incisiones en los músculos. A continuación envolvía los miembros por separado, y después el cuerpo entero con tiras de ropa vieja empapadas en betún. Los cadáveres eran almacenados en un sótano durante varios meses hasta que estaban listos para ser vendidos.
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