El arte del saber ligero
Siruela
Madrid
2023
252 págs.
Pese a lo que suele pensarse, el exceso de información no es un fenómeno tan nuevo, pues siempre ha existido una dialéctica o contradicción entre lo que es digno de preservarse y nuestra limitada capacidad de almacenamiento. Contra lo que dice el tópico, el saber sí ocupa lugar y, por esta razón, periódicamente las bibliotecas someten a expurgo sus colecciones.
Xavier Nueno, experto en la historia y transmisión del conocimiento, firma este ensayo que no solo pone de manifiesto la dificultad –a veces, también, la inconveniencia– de conservar libros y documentos, sino también qué es lo que ha cambiado en la cultura a consecuencia de las nuevas tecnologías de conservación. La tradición está atravesada de bibliófilos y casas atestadas de legajos, pero el sueño de una biblioteca que, como la de Alejandría, lo contuviera todo fue tan loable como fugaz. Bastó un incendio para echar por tierra el proyecto.
Junto a esa pasión por los libros, que lleva a Borges a imaginar el paraíso lleno de anaqueles interminables y combados, está la inquina que aparece por primera vez en Platón para refutar los privilegios de la letra impresa. Es paradójico que los que profanan la cultura libresca o apuntan a la locura que provoca, señalando incluso que la querencia por pasar páginas ata al pasado e impide el progreso, solo puedan hacerse oír a través del maravilloso invento de la imprenta. Si hoy podemos contender con ellos es porque, aunque les pese, lo que dijeron está encerrado en un volumen.
El arte del saber ligero es un libro culto y maravilloso que guarda secretos, además de encender el amor por un pasado que nos llega –y asombra– contenido en infolios. Explica, por ejemplo, cómo surgieron las primeras bibliotecas y la fantástica manía de muchos por arrancar de los libros sus perlas más preciadas, elaborando extractos o fichas. Pero deja en el aire una inquietud similar a la que daba vueltas ese polímata irónico que fue Umberto Eco y que nuestra sociedad de la información y el conocimiento no puede pasar por alto. Sin cultura –sin tradición–, difícilmente podrán orientarse los individuos en la selva incontenible de datos e informaciones en que vivimos. De ahí que el exceso no se traduzca en una mayor comprensión del mundo que nos rodea y que, muchas veces, menos sea más.
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