Érase una vez… así comienzan todas las historias de nuestra infancia; las buenas, pero las malas también. Las que nos aleccionan, las que traen moraleja, las que nos fascinan, divierten y cautivan. Historias que, en su gran mayoría, todos hemos leído gracias a los libros de cuentos de los hermanos Grimm, cuya influencia y popularidad ha sido muy grande en varias generaciones.
Jacob y Wilhelm Grimm fueron los dos primeros hijos de una familia de nueve hermanos y nacieron en Hanau, Alemania (actual Hessen). De padre abogado, ambos siguieron sus pasos en la Universidad de Marburgo, fundada en 1527 por Felipe I de Hesse, que es la más antigua universidad protestante del mundo. Interesados por la literatura y el lenguaje, establecieron las bases de un diccionario alemán y Jacob formuló en 1822 la Ley de Grimm tal como la conocemos en la actualidad; se trata de un fenómeno de la época temprana de la evolución del germánico y el armenio (en torno al siglo I. a C.) y que recoge la primera mutación consonántica del germánico. Ya en la veintena, fueron bibliotecarios y más tarde profesores de universidad.
Sin embargo, son más conocidos los hermanos Grimm por sus cuentos, de los cuales fueron, en realidad, transcriptores y compiladores, pero no creadores. Se trata de cuentos de la tradición oral que, de hecho, originalmente, no estaban dirigidos a los niños. Su éxito, de cualquier forma, proviene de la frescura y espontaneidad de estas historias tradicionales, que los hermanos Grimm recopilaron y adaptaron en su tiempo libre, fijando así las historias que conformarían las imaginaciones de tantos niños y niñas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario