La particular memoria de Rosa Masur
“Así que este es el lugar donde moriré”, exclama la anciana Rosa Masur a su llegada a la pequeña ciudad alemana de Grigricht procedente de Rusia. Su nieto Sasha lleva años trabajando allí, y sus padres, junto con la abuela, han decidido trasladarse a Alemania y participar en un programa de acogida de familias judías. Al poco de llegar, Rosa es elegida para participar en un proyecto en el que un grupo de inmigrantes acepta contar su vida para participar en un libro colectivo con el que la ciudad quiere homenajear a sus ciudadanos foráneos. El argumento de esta novela consiste en el relato que Rosa hace de su vida a Dmitri, un alemán de origen ruso que trabaja en el ayuntamiento, con constantes referencias también al presente.
Su punto fuerte es el ameno y rocoso carácter de Rosa, cuya vida es un buen resumen de las vicisitudes que atraviesa Rusia justo hasta el final del siglo XX, momento en el que se desarrolla la novela. Nacida en la aldea bielorrusa de Vichí, Rosa es testigo de los frecuentes progromos contra los judíos a comienzos del siglo XX. Buena estudiante, consigue trasladarse a Leningrado para estudiar en la Universidad. Cuando acaba, entra a trabajar en una editorial como traductora. Se casa y tiene dos hijos, Kóstik y Shelya. Vive en San Petersburgo en un piso comunal. Con Kóstik, ya jubilado, y con su nuera Frieda decide trasladarse a Alemania.
Buena parte de sus recuerdos tienen que ver con su hijo. Sus constantes enfermedades ocupan buena parte de las energías de Rosa, quien todavía, a sus 92 años, sigue velando con su nuera por la quebradiza salud de Kóstik. Otro de los episodios, que ocupa la última parte de la narración, es el intento de ingreso de Kóstik en la universidad, en unos años en los que seguían imperando restricciones de admisión contra los judíos. Rosa no tira la toalla y hace lo imposible, y todavía más, por conseguir que su hijo pueda estudiar en Leningrado.
Tras la caída del régimen comunista, “de repente, llegó la libertad y con ella la miseria, y todo cambió”. Ve con muy buenos ojos la idea de trasladarse a Alemania a empezar de nuevo (de hecho, es la que mejor se adapta), contemplando cómo “no hay nada que los alemanes de hoy dominen mejor que la contrición y la conmoción”.
La propuesta de contar su vida es una oportunidad para repasarla, para emocionarse con el recuerdo de sus seres queridos y para mostrar cómo los grandes hechos de la historia de la Unión Soviética determinan la existencia singular de una mujer que lo tuvo bastante complicado, pero que sigue estrujando al máximo las oportunidades que le ofrece la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario