La oratoria, el arte de pronunciar discursos con elocuencia, era casi un deporte para los griegos. Foción era más elocuente que Demóstenes, pero este lo superaba en sobriedad y elegancia. Cuando Foción se levantó para hablar, Demóstenes solía comentar a sus colegas: "Mira, ya está ahí el hacha de mis discursos".
Un día Foción habló ante la asamblea y presentó varias propuestas, las cuales fueron aprobadas por unanimidad. Sorprendido, se volvió y preguntó a su compañeros si había propuesto algún desatino, porque hasta sus enemigos le habían dado la razón sin vacilar.
El funeral de Foción (1648), de Nicolas Poussin |
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