El murmullo del agua
Fuentes, jardines y divinidades acuáticas
Acantilado
2024
196 págs.
En libros anteriores, la autora ha escrito sobre distintos aspectos de sus viajes por Italia y Grecia, principalmente. Ahora, el tema es el agua y, como dice en el epílogo, “Me esfuerzo y leo y releo sobre la estructura molecular del agua para tratar de entender esa rareza, pero en vano; sólo me queda asombrarme ante el misterio del agua y sentir, si cabe, más reverencia por ella”. El texto tiene por subtítulo Fuentes, jardines y divinidades acuáticas, y se divide en tres partes, precedidas por el prólogo, a las que se añade el epílogo y la bibliografía.
“Aguas clásicas” es el viaje por la antigüedad grecolatina. Las ninfas, el dios Pan y otras figuras mitológicas griegas, las fuentes naturales, las cuevas, los ríos subterráneos, los loci amoeni y el carácter sagrado y misterioso del agua se transforman en Roma en afán de dominarla con la técnica (fuentes públicas, acueductos, termas…), tanto para la supervivencia y la higiene como para el placer y el poder, hasta el punto de que Roma era considerada Regina Aquarum. Aquí la autora muestra su admiración por Plinio el Viejo, por su sobrino, Plinio el Joven, y por Vitruvio y otros grandes arquitectos e ingenieros de entonces.
En la segunda parte, “Aguas renacentistas”, nos adentramos en el otium nobile de papas, cardenales y de las poderosas familias de la época: el platonismo se refleja en los jardines llenos de simbolismo, lugares para iniciados, porque la belleza exterior ha de expresar la interior. Belmonte se detiene en hablarnos del Sueño de Polífilo, de las visitas a los más destacados palacetes italianos de la época, con especial hincapié en Villa de Este en Tívoli
La tercera parte, “Aguas barrocas”, es el viaje por la Roma de la contrarreforma tridentina, con las admirables obras de Bernini, Borromini, etc., y con especial atención a las fuentes que adornaban la urbe.
María Belmonte logra contagiar su pasión por el agua al lector. Con prosa cuidada, la erudición, nunca farragosa, se combina bien con el relato de los viajes de la escritora, en el que no faltan toques de ironía ni detalles costumbristas.
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