Un avión siniestro. Capaz de lanzarse en picado y remontar el vuelo después de soltar una bomba.
Un piloto nazi que lo foguea en los cielos de Castellón, durante la Guerra Civil española, y en las llanuras de Ucrania, en el momento de la retirada alemana del Frente Ruso.
Una mujer desparecida en Berlín de los últimos cabarets, el verano de los Juegos Olímpicos en los que Jesse Owens destrozó el mito de la raza aria.
Una adolescente evacuada de Madrid y refugiada en un pueblo de Alto Maestrazgo.
Y una trabajadora extranjera, semiesclavizada en una fábrica de aviones, que deambula por la capital del Tercer Reich, cercada por el Ejército Rojo y bombardeada por los aliados, en los días del derrumbamiento.
El Stuka fue una máquina de matar que se fogueó durante la guerra civil española y sembró el pánico en los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, pero lo que late en esta novela es la identidad sexual y la violencia que se ejerce contra las mujeres en tiempos de guerra. Está ambientada en Berlón, durante los Juegos Olímpicos de 1936, y en Castellón y el Alto Maestrazgo, bombardeado por la Legión Cóndor en la primavera de 1938, y durante el cerco del Ejército Rojo en el 1945.
Stuka es la tercera novela del escritor y periodista Carlos Fidalgo (Bembibre, 1973). Ambientada en Berlín y Castellón, con un epílogo que narra la despedida de la Legión Cóndor en León, Stuka parece la historia de una máquina de matar, un avión con alas de gaviota invertida que se dejaba caer en picado, y de la huella que dejó en dos guerras.
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