Los habitantes de Numancia se negaron a rendirse a las tropas de Escipión y la ciudad fue sitiada por hambre durante 15 meses. Una vez agotado el ganado, los numantinos se alimentaron con la piel de los animales sacrificados, con paja y, por último, con la carne de los moribundos, los enfermos y los más débiles. Esicipión no aceptó una rendición incondicional, y los sitiados incendiaron la ciudad y prefirieron morir quemados.
El general romano recorrió los escombros de la ciudad y ordenó que nunca fuera reconstruida. Cincuenta supervivientes, casi muertos pero con la mirada altiva, fueron llevados a Romas y encadenados al carro triunfal de Escipión.
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