La república era esto
Dentro de las revueltas de la llamada Primavera Árabe, la de Egipto en 2011 fue una de las que alcanzó, al menos en parte, los objetivos buscados por los manifestantes. Este acontecimiento es el trasfondo de esta lograda novela coral de Alaa Al Aswani (El Cairo, 1957).
Un general al mando de los servicios secretos del país, una profesora que se rebela contra la sutil imposición del hiyab, un ingeniero sindicalista y un eterno aspirante a actor, hedonista y acomodado, son algunos de los personajes a los que la sublevación efímera obliga a tomar partido. El medio en el que se desenvuelven está dominado por la corrupción, la violencia y la tortura, la hipocresía religiosa y la rigidez social, pero entre tanta oscuridad, Al Aswani también muestra la nobleza, el idealismo y la fe sincera de muchos de ellos, con un fuerte sentido moral que no oculta los claroscuros del actuar.
La capacidad del autor para entretejer, por una parte, la historia de cada personaje y, por otra, lo íntimo con lo político, es notable. La novela con trasfondo político siempre corre el riesgo de convertirse en una exposición de las ideas de su autor, si se sirve de personajes y situaciones para ilustrar su interpretación de los hechos. En el otro extremo, los acontecimientos pueden quedar reducidos a un decorado que suministra tensión a la trama. En las páginas de Al Aswani, tanto la Primavera egipcia como la evolución de sus protagonistas son creíbles y conmueven al lector. En la novela despliega media docena de relatos paralelos, cada uno con su escenario, separándolos y entrecruzándolos con una mirada que recorre el arco de las clases medias y altas de su país, y todo ello sin que se resienta la fluidez de la narración.
A pesar del salto geográfico, cultural y generacional, no es difícil relacionar esta obra con lo que en Latinoamérica se llamó la “novela del dictador”. Pero, si en ejemplos como La fiesta del Chivo, la religión se trataba únicamente como un elemento político, en La república era esto el islam y el cristianismo copto son un vector mucho más hondo. Acostumbrados a un tratamiento superficial de las creencias, llama la atención que casi todos los personajes sean creyentes, aunque su grado de sinceridad varíe. Egipto no es una república islámica, y sus leyes, al menos formalmente, reconocen una cierta libertad de conciencia. Otro asunto es la presión social, y en esta novela esas contradicciones y resquicios se exploran con gran finura.
De igual modo, la manipulación de la religión para alcanzar el poder político y social es otro elemento corruptor, al que Al Aswani dedica algunos de sus pasajes más mordaces. En este terreno, su visión de las relaciones de pareja contiene algunas notas de sordidez, redimidas cuando se cierra el telón. El idealismo político y sus claudicaciones también se muestran con gran inteligencia, como ocurre con las líneas argumentales centradas en el amor o en la familia. A pesar de la multitud de elementos que maneja, La república era esto los presenta ordenadamente y con coherencia, en una trama bien pensada y con un estilo literario solvente.
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