Para Aristóteles la incontinencia erótica de las mujeres era una consecuencia de su debilidad mental. Platón afirmó que se debía a los movimientos del útero, que se desplazaba por el cuerpo hasta que lograba satisfacer su deseo de engendrar.
Hipócrates defendía que el varón es el único padre, ya que su semen engendra al feto y la mujer es un recipiente con una función útil.
Varios sabios aseguraban que las mujeres tenían una naturaleza húmeda, por lo que su hambre de sexo se debía a la necesidad de obtener humedad contenida en los fluidos masculinos. Galeno, el padre de la medicina, decía: "Todos quedan tristes después del coito, salvo las mujeres y los gallos".
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