viernes, mayo 29, 2015

Libros: Elogio de la anarquía

Elogio de la anarquía por dos excéntricos chinos del siglo III


Xi Kang, Bao Jingyan
Traducción del chino antiguo de Albert Galvany
Prólogo de Jean Levi
Pepitas de calabaza
Logroño
2015
180 págs. 
Polémicas del siglo tercero seleccionadas y presentadas por Jean Levi Traducidas del chino antiguo y anotadas por Albert Galvany Como senda a un mundo desconocido —y a la vez como puerta al conocimiento de uno mismo—, este libro nos acerca a algunos de los más interesantes debates sociales que sacudieron los ambientes letrados de una China en gran efervescencia intelectual, y lo hace por medio de la traducción completa de tres polémicas: De la inutilidad de los príncipes, Sobre el carácter innato del gusto por el estudio y Sobre los efectos nocivos de la sociedad para la salud. En ellas Bao Jingyan y Xi Kang nos llevan a una gozosa confrontación de ideas mediante la exposición clara y razonada de argumentos y la refutación punto por punto de las tesis del adversario. Vistas con nuestro prisma occidental, y aunque no sea muy "correcto" hacerlo, resulta casi imposible no emparentar los argumentos esgrimidos en estas polémicas con las andanzas de los filósofos cínicos.
Xi Kang (223-263), pensador y poeta reputado, miembro eminente de los «Siete Sabios del bosque de bambú», círculo de amigos y de bebedores impenitentes; redactó entre otros muchos textos el «Discurso sobre la defección del hombre superior». Su actitud altanera e incisiva, su anticonformismo y la independencia de su intelecto le valieron serias enemistades en los círculos dirigentes. Era la bestia negra de un poderoso personaje que ocuparía más tarde el temible puesto de Director de las buenas costumbres, quien lo denunció como un elemento peligroso para el orden público; acto seguido fue detenido, encarcelado, juzgado y condenado a muerte.
De Bao Jingyan (siglo III) apenas sabemos nada. No nos quedan de él más que unas pocas páginas milagrosamente preservadas por Ge Hong. Esa oscuridad es elocuente, desde luego; nos indica que ese hombre no pretendió ningún puesto oficial y que vivió prácticamente ignorado por todos. Aunque cabe preguntarse si no será un seudónimo de Ge Hong, una estratagema para exponer tesis tan incendiarias sin asumir demasiados riegos.

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