miércoles, octubre 22, 2014

Libros: Drácula

Drácula

Bram Stoker
Ilustraciones de Fernando Vicente
Traducción de Juan Antonio Molina Foix
Prólogo: Luis Alberto de Cuenca
Reino de Cordelia
Madrid
2014
544 págs.
Considerada por Oscar Wilde la novela fantástica más importante de la literatura, Drácula, la obra maestra de Bram Stoker, ha sido llevada al cine continuamente desde 1922, pero jamás había tenido fortuna con los ilustradores. No había un dibujante canónico de Drácula, no existía una edición ilustrada clásica de este gran libro de terror que todavía hoy conmociona a miles de lectores en todo el mundo. Fernando Vicente ha decidido llenar ese vacío y, asumiendo el reto de poner cara al rey de los vampiros, ha realizado la versión más ambiciosa de todas las existentes hasta el momento. Basándose en la excepcional traducción de Juan Antonio Molina Foix, interpreta los sentimientos del monstruo y de sus cazadores y sigue paso a paso la trepidante aventura del relato, descubriendo la pasión amorosa que esconden sus páginas, el poderoso atractivo que emana del mal, los inquietantes paisajes por los que discurre la acción y la terrorífica aura que impregna su lectura.
Fragmento:
"BISTRIŢA, 3 DE MAYO.— Salí de Múnich el día primero de mayo, a las 8:35 de la tarde, y llegué a Viena a primeras horas de la mañana siguiente; teníamos que haber llegado a las 6:46 pero el tren llevaba una hora de retraso. Budapest parece un lugar maravilloso, a juzgar por lo que pude vislumbrar desde el tren y en el corto paseo que me di por sus calles. No me atreví a alejarme de la estación, ya que habíamos llegado con retraso y nos pondríamos en marcha de nuevo con la menor demora posible respecto al horario previsto. La impresión que tuve es que salíamos de Occidente y entrábamos en Oriente. Tras cruzar el más occidental de sus magníficos puentes sobre el Danubio, que aquí alcanza una profundidad y una anchura considerables, nos adentramos en una región en la que todavía perduran las tradiciones de la dominación turca.
Salimos de Buda-Pest al poco tiempo y llegamos a Klausenburg después de anochecer. Allí pasé la noche en el Hotel Royal. Para comer, o más bien cenar, tomé pollo sazonado con pimentón; estaba muy bueno pero me dio mucha sed. (Mem.: conseguir receta para Mina). Le pregunté al camarero, y me dijo que se llamaba paprika hendl, y que, como era plato nacional, podría pedirlo en cualquier lugar de los Cárpatos. Mis escasos conocimientos de alemán me resultaron muy útiles en esta ocasión; realmente no sé cómo habría podido desenvolverme sin ellos.
Durante mi estancia en Londres dispuse de algún tiempo libre para visitar el Museo Británico, en cuya biblioteca consulté los libros y mapas relacionados con Transilvania. Se me ocurrió que algún conocimiento previo del país me sería de uti- lidad para tratar con un noble del lugar. Pude darme cuenta de que la región que él mencionaba se encuentra en el extremo oriental del país, en la frontera de tres estados: Transilvania, Moldavia y Bucovina, en medio de los Cárpatos, una de las zonas más salvajes y menos conocidas de Europa. Mas no fui capaz de hallar en ningún atlas o libro la localización exacta del Castillo de Drácula, pues no existen mapas de este país comparables a los de nuestro Servicio Oficial de Cartografía. Pero descubrí que Bistria2, la ciudad mencionada por Drácula para cambiar de pos- ta, es un lugar bastante conocido. Consignaré aquí algunas notas, ya que pueden refrescarme la memoria cuando le cuente mi viaje a Mina.
La población de Transilvania la forman cuatro nacionalidades diferentes: en el sur, los sajones y, mezclados con ellos, los valacos, que descienden de los dacios; al oeste, los magiares; y en el este y el norte los szekler. Yo voy al encuentro de estos últimos, que pretenden ser descendientes de Atila y los hunos. Es posible, pues cuando los magiares conquistaron el país en el siglo XI los hunos ya estaban allí establecidos. He leído que en la herradura de los Cárpatos se han juntado todas las supersticiones del mundo, como si se tratase del centro de una especie de torbelli- no de la imaginación. De ser así, mi estancia aquí puede resultar muy interesante. (Mem.: debo preguntarle al Conde sobre todo esto)."

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