viernes, diciembre 27, 2024

Libros: Ejecutoria

Ejecutoria

Una hidalguía del espíritu
Enrique García-Máiquez
CEU Ediciones
Madrid 
2024
355 págs.
"Bernardo de Claraval honraba más al valioso que al linajudo. En el mito caballeresco por excelencia, el ciclo artúrico, la espada espera clavada en la piedra al que sea capaz de sacarla y alzarla en virtud de su virtud. Un chico de borrosos orígenes que funge de escudero o de sirviente logra extraerla: se llamaba Arturo. Hay una espada para cada persona, lo mismo que cada cual tiene su propio corazón de piedra del que ha de desenvainarla. Saquemos de la piedra que somos la espada que seremos".
Hace más de treinta años, Charles Taylor se refirió al “malestar de la modernidad” como un rasgo característico de nuestro tiempo. El individualismo, la racionalidad instrumental y la falta de libertad política real serían efectos indeseados de los ideales modernos de libertad e igualdad. El problema estaría en la manera en que esos dos conceptos han terminado por entenderse en la actualidad.
Reivindicar la necesidad de la nobleza de espíritu, el cultivo de la virtud personal o la función benéfica de las élites sociales chocaba, hasta hace pocos años, con el tiránico muro de la corrección política. Libros como este de Enrique García-Máiquez contribuyen a cambiar la situación y ofrecen propuestas desde las que afrontar el malestar de nuestra sociedad. Por ello, hay que agradecer a CEU Ediciones la convocatoria del I Premio de Ensayo Sapientia cordis, del que esta obra resultó ganadora.
Para García-Máiquez, el primer molino de viento contra el que hay que arremeter es “el odio a toda superioridad”. Se ha identificado –erróneamente– el ideal de igualdad con formas de igualitarismo que oscurecen tanto la posibilidad como la necesidad del perfeccionamiento moral, una idea “intrínsecamente aristocrática” (al menos, desde Aristóteles).
La propuesta concreta del autor es la que da título al volumen: una hidalguía del espíritu. Prefiere ese término porque tiene un “timbre de orgullosa humildad”: en nuestra tradición literaria, “la figura del hidalgo pobre nos resulta familiar y entrañable”. Además, queda así claro que este toque a rebato no va dirigido a unos pocos privilegiados o elegidos, sino que tiene aspiración de universalidad.
El hidalgo se distingue por su actitud de servicio, especialmente en el ejercicio de su profesión. Renegando de las formas habituales de clasismo, García-Máiquez defiende que “cualquiera que (…) tiene clase en lo que hace es élite”. Y sobre la tan traída y llevada meritocracia, aclara que “mientras que el meritócrata se considera hijo de sus éxitos y aciertos ([es] un ‘egodalgo’), el hidalgo de espíritu se reconoce hijo” de sus padres y de toda una cultura.
Lo hasta aquí expuesto es, apenas, el marco en el que se desarrolla el grueso del libro. Consta de tres partes, bien diferenciadas. La primera ofrece un análisis del concepto, siguiendo los versos de Dante: “No olvidéis vuestra estirpe y nacimiento: / para vivir cual bestias no se os hizo, / sino para alcanzar virtud y conocimiento”. A continuación, propone un árbol bibliogenealógico, que equivaldría a la ejecutoria del hidalgo de espíritu. Allí analiza doce grandes libros, de Macbeth y Retorno a Brideshead a Los muchachos de la calle Pál o las historias de Corto Maltés. Por último, en la tercera parte pasa del “toreo de salón” a las “acciones de la hidalguía cotidiana”, distinguiendo entre la dimensión reactiva (negarse a mentir y resistirse a la opresión) y la propositiva (dejarse amparar por la belleza y procurar el bien).
Enrique García-Máiquez es un poeta e intelectual metido a hombre de acción, desde sus columnas en la prensa y escarceos políticos. Un quijote en toda regla. Este libro, escrito con la elegancia y agudeza a las que nos tiene acostumbrados el autor, y rico en citas que revelan su propia ejecutoria, parece dirigido tanto a los interesados por la deriva de nuestra sociedad como a aquellos –especialmente, si son jóvenes– que se preguntan qué hace digna una vida. 

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